Había una vez un niño

Había una vez un niño de tal vez 6 o 7 años, siempre amo la pesca y la debe seguir amando desde el lugar tan lejano donde esta, podíamos ir sin campera a Valizas, o no llevar championes, pero el instrumental de pesca era lo primero que por fines de noviembre, se comenzaba a aprontar. Había que comprar plomadas, distintos tipos de anzuelos, lengue-lengue para las sardinas, el cuchillito para limpiarlas y no recuerdo cuantas cosas más, y por fin nos íbamos en la camioneta toda cargada, creo que los Picapiedras viajaban mas cómodos, porque además iban los perros, los comestibles y todo lo que se pueda imaginar, yo ahora abuela, nunca puedo salir con un bolsito, siempre llevo cosas y más cosas, debo aprender a viajar liviana, sin paragua y bolsa de agua caliente y con los pies descalzos como lo dijo Borges............
Era llegar y querer disparar para el arroyo, por suerte su hermana no le encontraba mucho atractivo a la pesca como el, los dias que me levante a las 6 de la mañana para acompañarlo a aquella punta donde sale la corvina, o las nochecitas que tuve que ir al arroyo a rescatar a los pobres peces de un niño que los pescaba y los devolvía al agua, de pura pena mama, de pura pena. O las noches que llegaban y nosotros seguíamos allí, esperando y pescando........

Que hermosos recuerdos, como el día que el pescador se clavo un anzuelo, pero bien clavado como decía el, y Aguade la enfermera se lo saco con mucho amor y nada de anestesia, quien pudiera volver por minutos a esos tiempos, la vida parecía más larga, y los planes que hacíamos se cumplían, ya les voy diciendo que no me verán en octubre, tal vez en noviembre, vestida de negro y mirando fijo el horizonte.

Elizabeth la contadora de cuentos.

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